EDUCAR PARA EL DESARROLLO SOSTENIBLE



“El Decenio de las Naciones Unidas
para la educación con miras al desarrollo sostenible
pretende promover la educación como fundamento de una
sociedad más viable para la humanidad e integrar el
desarrollo sostenible en el sistema de enseñanza escolar
a todos los niveles. El Decenio intensificará igualmente
la cooperación internacional en favor de la elaboración
y de la puesta en común de prácticas, políticas y
programas innovadores de educación para el desarrollo
sostenible”.



Han pasado cinco años desde que la UNESCO proclamó la Década por la Educación para el Desarrollo Sostenible (DEDS) que tiene como plazo hasta 2015 para alcanzar sus objetivos.

La sostenibilidad es un tema complejo, que requiere un enfoque interdisciplinario ya que pone en relación lo global y lo local, lo ecológico y lo socioeconómico.

La sociedad globalizada se enfrente a dos grandes problemas: el cambio climático y la pobreza, cuya solución viene de la mano de una ciudadanía concienciada. Para ello se hace imprescindible cambiar el modelo desarrollista de crecimiento por otro sostenible más desmaterializado, donde
la esencia de la vida radique en ser y no en tener.

Existen dos falsas creencias a las que se aferran gran parte de los responsables políticos y económicos en su resistencia a cambiar los estilos de vida dominantes: consideran que los procesos de degradación obedecen a causas naturales y que son lentos, controlables y acumulativos, lo cual permitiría una adaptación progresiva de las sociedades a la nueva situación. Sin embargo esto no sería posible dada la complejidad y no linealidad de los fenómenos ambientales. Se hace necesaria por tanto una [r]evolución para la sostenibilidad.

La Educación Ambiental se anticipó, hace ya más de 30 años, al llamamiento de la Década de las Naciones Unidas por la Educación para el Desarrollo Sostenible al decantarse a favor de un nuevo modelo de desarrollo. Los objetivos de la Década debido a su amplitud requieren ser abordados desde múltiples frentes, de manera que todos los movimientos educativos ya existentes han de incorporar la dimensión de la sostenibilidad, en las instituciones escolares y fuera de ellas.

La Carta de la Tierra es un referente educativo que la UNESCO avala por su coherencia con los objetivos de la Década.

  • La identidad humana planetaria,
  • las relaciones morales con el mundo vivo humano y no humano,
  • el carácter “glocal” de las respuestas educativas que han de atender tanto al entorno próximo como al del planeta en su conjunto,
  • la aplicación del principio de precaución para evitar daños y
  • la compasión,

son elementos claves en la formación del juicio moral y de la necesaria empatía que requiere cualquier aproximación educativa. Estos aspectos, unidos a

  • la capacidad crítica,
  • la escucha activa,
  • la participación social y
  • el respeto por la vida,

configuran la gran riqueza educativa que emana de la Carta de la Tierra.

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